28 mar 2012

DIARIO DE UN VIAJE HUMANITARIO AL VALLE SAGRADO DE LOS INKAS #5

Día 05.01.2012

Por la mañana a las 09:30 vino Celso a recogernos al hotel y fuimos enseguida a ver a Mery al hospital general de Cusco. Su madre, Rosa, también estaba allí. La niña todavía estaba en urgencias. Le abracé y le di los libros. Se alegró mucho y me dedicó una amplia sonrisa. Pudimos hablar con un medico después de mucho tiempo de espera y eso aun gracias que tomaron interés por estar nosotros allí, nos dice Celso, que de lo contrario la hubieran tenido en urgencias tres días más.

El médico nos enseña una radiografía. Tiene en efecto fractura del fémur. Hay posibilidad de escayolar a ver si se cierra. Si no, de lo contrario habrá que operar. Después de varios trámites y de mandarnos a comprar esparadrapo, algodón y gasas para vendar que pagamos nosotros, la iban a llevar a planta. Como solo puede estar con ella su mamá, nos despedimos prometiendo volver el sábado para tener más noticias.

Nosotros seguimos nuestra marcha hacia Huaro con Ángel de chofer y destino Pumaorcco sobre las 11:00 tras haber organizado la carga del día. Hoy también disfrutamos de la compañía de Luz Esmeralda.

Tenemos un largo camino, casi dos horas, a circular en parte por carretera de asfalto y en parte por tramos de “trocha” –caminos de tierra entre montañas. Al llegar ya nos esperan un montón de niños. ¡Oh, Dios! hay más de doscientos… ¿que pasa? Parece que han venido también de otras comunidades.

Mientras Milusca y las mujeres preparan la chocolatada Celso y yo organizamos, para los niños, juegos con la música variada de un CD que he traído de España y que podemos oír desde el reproductor del coche de Ángel. Celso se desmadra conmigo bailando al son del Rey León y los niños imitan nuestros gestos.

Posteriormente José hace el relevo con Celso y el “waka-waka” Fue muy difícil organizar tantos niños pero se lo pasaron muy bien aunque algo extrañados al vernos bailando así. También organizamos un juego con los balones consistente en sostener el balón entre dos, en la frente, pecho y brazo, sin que se caiga. Al no haber habido un ganador definido, repartimos galletas entre los ocho concursantes.

Hora de la chocolatada. Después de un tiempito de organización compleja empezamos a servir. Por un extremo Milusca con una mujer y al otro lado Nancy y yo. Los bollos los repartimos a cargo de Celso y Ángel. ¡Menos mal! Hubo para todos.

No así nos pasó con los juguetes que ese día faltaron. Los que no tuvieron los dispuse a un lado para marcarles la carita con mi lápiz labial y, en fila, Milusca les tomó su nombre y les prometimos llevarles los juguetes al día siguiente aprovechando que volvíamos camino de Illapata –comunidad vecina-

Tuve ocasión de hacer fotos a tres hombres que estaban tejiendo “chullos” –gorros típicos del lugar de muchos colores- Utilizaban cinco agujas, nada menos que hechas por ellos con alambre fino y un corte en la punta hecho con una sierra. Trabajan con lana sintética, menos una mujer hilando con “pushca” y lana natural de alpaca teñida con plantas naturales en color rosa palo.

Se hacía tarde y muchas mujeres se iban retirando, pero aún tuvimos tiempo de hacer reparto de ropa en la repisa de la parte trasera de la camioneta. Entregamos a las pocas mujeres que quedaban y algunos maridos y adolescentes que se presentaron en representación de ellas.

Después, tuvimos tiempo de hacer una mini-reunión con Aleja, presidenta de los cuyes, y con algunas mujeres más. Explicó Aleja un tema un poco chungo referente a los cuyes, de una ONG ajena a “Amics”, etc… tema que ya explicará Celso a la organización. Muchas se han desapuntado del tema cuyes. Eran veintinueve y sólo quedan trece para este trabajo.

También estaba en la reunión Jenny Milagros, la niña operada de la vista en Lima, y su madre. Pudimos comprobar que la niña no llevaba las gafas y preguntamos por qué. La madre nos dice que la montura se rompió. Le rogamos que traiga las gafas y pudimos comprobar que era cierto. Nos comprometimos a llevar las gafas a arreglar a una óptica de Cusco. Cuando estén listas Celso se las llevará. Esperemos que se las ponga.

Volvíamos a las 18:00 con un frió que pelaba pero felices de la tarea cumplida.

Ese día no llovió y pudimos hacer todas las actividades programadas afuera a la intemperie.

Regreso a Huaro para descargar y seguir a Cusco para cenar y descansar.

La comida de ese día había sido únicamente fruta.

27 mar 2012

DIARIO DE UN VIAJE HUMANITARIO AL VALLE SAGRADO DE LOS INKAS #4

Día 04.01.2012

Hoy subimos a
Arawara, 4.040 m.s.n.m. Sesenta familias, ciento cincuenta niños, comunidad situada por encima de Huaro. Celso vino tarde a buscarnos ya que tuvo dificultades en encontrar coche y chofer. Llega con Urbino y su Toyota Corolla Ranchera del año 1.990. Vamos a recoger y pagar el resto de las doscientas “ojotas” (zapatos que usan en el lugar)

Yo no había visto nunca este tipo de sandalia de caucho lisa para chicos y con dos pequeñas flores de color pegadas para las niñas… ¡hay que ver como pesan!

Nos vamos dirección Huaro con las citadas “ojotas” para recoger a Milusca, a su hija Luz, que hoy viene con nosotros, y el cargamento del día. Salimos con dirección Arawara encontrándonos de nuevo el paso cortado. Bueno, esta vez no necesitamos la viga al haber puesto en un lado de la zanja un relleno de piedras. Está lloviendo y la pequeña Luz se ha dormido en el coche.

Al poco de llegar al destino nos encontramos por el camino a un ciclista bien equipado que nos hace parar. Resulta ser el Párroco de Urcos. Nos dice que viene de celebrar misa en Arawara y que la niña de quince años, Mery, se había resbalado con el fango, cayéndose y que, probablemente, se había fracturado el fémur, que gritaba de dolor y que era urgente trasladarla al hospital. Ya que por alguna razón pasábamos por allí, camino de esta comunidad, propusimos sin dudar bajarla al hospital. El Jesuita Padre Alfonso, que así se llamaba, nos lo agradeció y siguió su camino.

Al llegar al poblado mientras los compañeros ayudados de los niños del lugar descargaban el coche bajo la lluvia, me dirijo rápidamente por la pendiente resbaladiza hacia el lugar donde se encontraba la niña afectada. La encuentro tendida debajo de la escalera exterior de un local que no sé para qué sirve. Está tendida en el suelo encima de un paño de color claro y cubierta con una manta de alpaca negra y gris empapada del agua que caía. Se queja de mucho dolor. Le cogí la manita para tranquilizarla, pedí un vaso de agua para darle un “ibuprofeno”, y a continuación, le digo a su abuela muy anciana, muy arrugada y que lleva en mano un cuenco de arroz, que le dé unas cucharaditas para aliviar su estómago.

La manta está cada vez más empapada y ahora llueve muy fuerte. Hay que trasladarla al coche pero… ¿cómo? Hay unas vigas de madera arrimadas y Celso está pensando hacer una camilla con ellas. Pido una manta seca que me trae otra abuelita y, después de dar vueltas, decidimos llevarla al coche subiendo la pendiente cogiendo el paño de abajo donde reposaba por las cuatro puntas a modo de “fardo típico del lugar” y subirla tal cual. Esto lo hicieron cuatro hombres. La niña seguía quejándose llorando amargamente. La incorporamos en el asiento de atrás. Yo subí delante, al lado de Urbino. Celso en el maletero y dejamos a José y Milusca en el poblado para organizar la chocolatada y resto de artículos. La niña en el coche ya tenía menos dolor. Le estaba haciendo efecto el medicamento. Me dijo que se llamaba Mery; yo me llamo Susana, le dije, y ella me contestó: ¡Oh! como la alcaldesa –de Lima- Entonces le contesté: no me gusta que se llame como yo, pues no me gusta la política. Esto le hizo reír mucho.

Por el camino, Celso pidió de parar el coche, más o menos a nivel del paso cortado, y subió a una casa por unas escaleras de las cuales posteriormente bajó una mujer que vestía un conjunto falda y chaqueta roja que resultó ser la enfermera. Se asomó al coche por el asiento trasero y le puso a la niña una inyección calmante.

Parecía conocerla. La enfermera subió delante tras mi petición y yo detrás en el maletero con Celso. Todo esto me resultó muy extraño pero Celso me explicó que había que llegar al hospital de Urcos con la enfermera por el tema papeleo y demás asuntos; de lo contrario no aceptarían el tratamiento de la paciente. La madre de Mery tiene que estar esperando en el Hospital Regional de Cusco, previo aviso por teléfono de Celso, ya que la mujer estaba en el mercado de Urcos vendiendo sus cuyes

Atendieron a la niña inmediatamente, así que pudimos despedirnos de ella. Me voy, le dije con un beso, y ella me contestó: ¿Y yo?

Comentario de la enfermera al despedirnos de ella: Dios quiso que pasarais por allí en aquel momento, pues de lo contrario, no sé cuando hubiera llegado aquí.

Seguía lloviendo. Tomamos camino de regreso para reunirnos con los demás y tengo que mencionar que ese día tuvimos que pasar cuatro veces por la zanja de la carretera cortada. Al llegar de nuevo a Arawara, José y Milusca, ayudados por Luz Esmeralda, ya habían terminado el reparto. Chocolatada, juguetes, ropa, ojotas, cremitas, etc…


No se pudo hacer la revisión de la vista por falta de luz. Y seguía lloviendo, pero ya incorporados y acompañados de Gregoria, fuimos a visitar los galpones de los cuyes. No lo encontré tan limpio y organizado como los de la comunidad de Pallpacalla, quizás por la lluvia. Por cierto que hoy tampoco pudimos hacer las fotos de los galpones de Pallpacalla por la lluvia y por el río que, según Celso, estaría muy crecido a su paso por el camino.



Ya de regreso a Huaro, Luz dormía; Milusca la acostó en una de tantas maletas que hay en la oficina, de los varios viajes hechos por los voluntarios, haciendo las veces de cunas improvisadas. ¡Está muy bonita la niña!


Pagamos al chofer, el cual cobró más soles por el viaje extra de Mery al hospital. Se lo merecía por la ayuda que nos prestó en todo momento. Estando allí llamó el Padre Alfonso desde el hospital para decirnos que iban a trasladar a la niña al hospital de Cusco. En efecto, tenía fractura total de fémur. Dijimos que iríamos a visitarla el día siguiente, y al llegar a Cusco fuimos a comprar para ella un libro y varios tebeos –allí llamados “condoritos”- de chistes.

Cenita ligera y a la cama. Ha sido un día movido y emotivo.


DIARIO DE UN VIAJE HUMANITARIO AL VALLE SAGRADO DE LOS INKAS #3

Día 03.01.2012

Desayuno liviano; pa
rece que estamos mejor. Hoy vamos a subir a la primera comunidad que se llama Pallpacalla, a más de 3.500 m.s.n.m.

Celso ha venido a buscarnos al hotel con Ángel, el chofer del todoterreno Toyota Hilux 4x4 nuevo… (podréis entender después, por qué especifico cada día si el coche es nuevo).


Vamos a recoger y pagar los juguetes, cepillos de dientes, bolsa de alimento de reparto e ingredientes para la chocolatada. Compramos también unas pastillas de jabón que huelen super bien y nos dirigimos a Huaro donde está la sede de “Amics” par
a descargar el material.

Después de organizar la carga del día y de de tomar una infusión de mate de coca que nos tenía preparado Milusca, cargamos la Furgoneta.

Emprendemos ruta y, ¡oh! Primer contratiempo; carretera cortada por obras con una zanja abierta de extremo a extremo. Tardamos media hora en localizar una viga de madera que trajo Celso de un vecino para que pudiera pasar el coche.

Parte de los niños de la comunidad que íbamos a visitar estaban ese día recogiendo las notas en la escuela pero fueron viniendo poco a poco al pueblo. Tienen una hora de camino a pie (ida y vuelta) para ir al colegio.

En Pallpacalla ya nos esperan niños y hombres para descargar el coche y llevarlo todo andando hasta arriba donde está el pueblo. Les seguimo
s un rato detrás de ellos y la verdad es que me faltaba un poco el aire pero sin importancia. El paisaje es precioso y lo reconozco por las fotos que Xesca y Toni habían compartido con nosotros, y que casi fue ese el motivo de nuestra implicación, así como las caritas de los niños marcadas por el frío.

Milusca y Alicia se pusieron manos a la obra para preparar la chocolatada en tres perolas grandes mientras José intentaba jugar al fútbol con los niños repartiendo pelotas que habíamos traído pero se cansaba enseguida y cogía el relevo Celso con carreras de niños y un juego del ratón en un círculo que al verlo me intrigó decidiendo después pa
rticipar. Es una pena no poder comunicar con las mujeres y los niños. Solo hablan “Quechua”, salvo unos pocos adolescentes que van al colegio donde también aprenden a hablar el idioma español.

Se puso a llover y tuvimos que entrar al salón y distribuir allí la chocolatada y los bollos a niños, madres y los pocos hombres que allí había. Milusca hizo la presentación en “Quechua”, y es mi turno de hablar en Castellano, por supuesto. Milusca traduce. Digo que estoy muy feliz por estar junto a ellos ese día y ayudar en lo que se pueda. Están muy atentos. Me gustan sus caritas.


Al terminar la chocolatada se entregaron cincuenta juguetes. Tuvieron mucho éxito los balones y mucho menos las muñecas que sobraron del año pasado.

Nos ofrecieron un plato de pasta con patata y huevo que repartimos entre los niños, ya que todavía nuestro estómago estaba débil. Era mejor no comer por hoy. Tampoco nos habíamos traído fruta.
Milusca mandó a los niños a jugar afuera ya que había parado de llover y empezamos la reunión de mujeres. Algunos hombres se querían quedar. Entre Milusca hablando en Quechua y yo en Castellano conseguimos explicar, entre otras cosas, la importancia de la higiene personal y distribuimos a cada una un cepillo y tubo de pasta de dientes, una pastilla de jabón y cremita para la cara de los niños después de hacer una demostración con un niñito que estaba allí y se prestó muy contento. Su piel estaba muy roja, seca y quemada. Prometieron hacer uso de todo ello. Para terminar preguntamos quién de las mayores tenían dificultades con su vista para ver de cerca.

Procedemos a medir su agudeza visual o de lect
ura y entregamos diez gafas de mujer y dos de hombre. Parece que el tema gafas ha tenido aceptación y había que ver la alegría de sus caritas cuando veían más claro.
Ahora le toca a Celso hacer una charla, también en Quechua por supuesto, referente a nuevos cursos de capacitación que la Asociación desde España y oyendo sus necesidades cree que quizás podríamos poner en marcha, ya que en estos momentos tenemos pocos recursos y esta seria una manera de implicar a las mujeres en proyectos de gastronomía y costura que parece que les hace ilusión. Se habla también del tema costura pero que representa una inversión de máquinas de coser, o sea, que lo del curso de cocina podría ser más rápido. Se ve la gente muy receptiva y con ganas de aprender. Quieren hacer bizcochos para vender en el mercado y aprender a cocinar los cuyes de otras maneras. Alicia, la presidenta, nos explica sus inquietudes.

Finalizamos con despedida cogiéndonos las dos manos. Al volver hacia el coche pasamos por los galpones de los cuyes que Julio y Alicia nos enseñaron muy orgullosos. Lo tienen muy bien y muy limpio. El nuevo galpón está estupendo lleno de animalitos y hasta tienen música para que no estén estresados. La pena es que no hemos podido hacer fotos. Se nos acabó la batería.

Los de la comunidad de cuyes están muy satisfechos.

Volvimos hacia el coche un tramo a pie y allí aun le pusimos a Julio unas gafitas de lectura para leer la Biblia, nos dice.

A las 17:30 estamos de vuelta. Dejamos en Huaro lo que nos quedó del cargamento del día. Milusca y Celso se quedan allí y a nosotros nos lleva Ángel de vuelta a Cusco…

Cena: una sopa y a descansar.

Reflexión del día: estamos muy felices…

Me ha llamado la atención el estado de dejadez en el tema de la higiene de los niños y los mayores y su modo de vida totalmente primitivo pero, como le decía a Celso, no estamos aquí para cambiar su modo de vida, sino para darles información, traerles una ayudita y activar los proyectos para que se valgan por sí mismos.